LA RAIZ DEL MAL


El mecenas está entusiasmado enfundado en su traje de Armani. Las escalas, la armonía, los últimos compases son excelsos… Todo es nuevo y, a la vez, primigenio, tenebroso.
—Se titula «La raíz del mal» —dice el compositor como si no hiciera falta decirlo—. Me he bañado en el pozo de la más abyecta perversión, la perfección de las tinieblas, para extraer nuevas formas.
El banquero se encoge ante la mirada del compositor. Lo que ha intuido durante la audición en el carísimo estudio de grabación va cobrando forma en las pupilas del músico.

—Pero tú siempre has visto el lado luminoso del arte, eres una gran persona, tú… Espera, ¿Qué vas a hacer con esa batuta?


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ESTACIÓN CARONTE


Siempre había sido de clásicos, desde Debussy hasta Springsteen. Cualquiera lo diría. Uno de los Colonos, punta de lanza de la Humanidad durante la expansión, no disfrutaba de la «música de los sentidos». La consideraba falsa, electrónica pura, una droga cibernética. «No es verdadero arte, carece de sentimiento», debatía con quien se aviniese a tratar el tema durante una cerveza.
Aislado en la Estación Caronte, más allá de toda esperanza, no tenía con quién discutir. Su único consuelo consistía en el libre acceso del sistema de audio. Más de siete terabytes de música digital a la vieja usanza, cientos de miles de álbumes con todos sus temas, sinfonías, arias, sonatas… Y, entre todas ellas, la banda sonora de su aislamiento: Wish you were here de Pink Floyd. Podía escucharla más de cinco veces al día, entre muchas otras, sin cansarse. Como desearía que estuvieras aquí…, una y otra vez, hasta la obsesión. La soledad era la más pesada de las paradojas, pues había constituido el motivo último de su decisión de alistarse en la Tierra para terminar solo de nuevo. Lo absurdo de cruzar dieciséis radios galácticos para terminar sin ninguna compañía. Un virus, una bacteria alienígena. «¿Qué más da? Lo puñeteramente jodido es ser el único inmune entre una población de casi doce mil». Como desearía que estuvieras aquí. Si lo deseaba con mucha fuerza, tal vez…
Interrumpió su carrera con tal brusquedad que casi se cae. Frente a él, al otro lado del corredor Jota, donde acostumbraba a ejercitarse, parpadeó una muchacha. «Las personas no parpadean», pensó aturdido. Era como si rotara entre diversas apariencias hasta decidirse por una. «Que me aspen… es Mary Parker. Reconocería esa cara redonda y pecosa en cualquier lugar, pero…».
—Siempre hemos estado aquí, pero no habíais mirado bien —dijo la muchacha.
—Eres imposible —contestó él cuando por fin recuperó el habla—. Estoy seguro de ser el único humano en la Estación Caronte —jodido nombre— después de más de un año desde el desastre.
Ahora la veía con nitidez, le miraba con la cabeza ladeada y sin parpadear.
—No te falta razón. No soy humana ni el fruto de tu imaginación de asceta. Soy la última representante de la especia que ha habitado este planeta durante generaciones, extinguida por una enfermedad que vino, con vosotros, del espacio.
—¿Por qué no os comunicasteis antes?
 —Lo hicimos, pero no supisteis escuchar. Ahora tu deseo de que estuviera aquí me ha dado el cuerpo con el que tus sentidos son accesibles a mi realidad. Es tarde para todos los demás, los tuyos y los míos, mas no es tarde para mí. No tenemos por qué estar solos nunca más.

La estupefacción dio paso a una sonrisa de lágrimas y agradecimiento. Por una vez en su triste vida, un deseo, a base de machacarlo, se había hecho realidad. Buscó de nuevo el tema en el reproductor y pulsó Play.

Imagen propiedad: NASA/JPL

Dedicado a mi buena amiga Linn, al otro lado del Atlántico. DJ Ultra still alive. 
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II PREMIO LITERARIO PLANETA DEAGOSTINI DE RELATO CORTO



Es un día muy especial para mí y quiero compartirlo con todos vosotros. Hoy se ha hecho pública la relación de ganadores del II Premio Literario Planeta DeAgostini de relato corto para escritores noveles, en el que he tenido el honor de participar y ser elegido por el jurado como Segundo Premio por mi relato "Resistencia" que será publicado junto con el ganador y los demás finalistas en un libro que aparecerá junto con el fascículo 60 de la colección El Placer de Escribir de la misma editorial.




Vaya por delante mi enhorabuena al ganador, Manuel Garrido Hernández por "El proceso de Maillard", así como a los finalistas y al resto de participantes.



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REEMPLAZO

La primera versión de este micro tenía un final diferente. El anciano volvía, encantado, a la llamada de la empresa. Creo que esta va más acorde a los tiempos actuales:

REEMPLAZO

Escupe el mondadientes tras el banco de herramientas del garaje. Le queda la Harley y el consuelo de que su pequeño Nicholas se ha convertido en un ingeniero de telecomunicaciones de la leche. «Cabrones, solo tengo sesenta y seis… tenía aún mucho que ofrecer a la empresa».
Nick, el soldador, fue el primero. Le siguieron Jonás, Mike, el pedorro de Smitty… Todos retirados por máquinas de última generación y nombres extravagantes. Él había aguantado firme en su puesto, pero llegó la “Leviatán 200” y lo despidieron como a los demás.
Suena el teléfono y lo coge con desgana.

—¿Volver al taller? […] ¿Un pirata informático? […] —Un solo vistazo a la Harley es suficiente—: Que le jodan… jefe.

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DISPUTA TERRITORIAL


—Y… ¿si lo echamos a suertes? —dijo Néstor, el de más edad, con la autoridad que, cree, le otorga la experiencia de los años.
—Yo creo que sería mejor un sistema de turnos rotatorios. Hoy yo, mañana tú…
—¿Por qué tú el primero, eh, eh? —Shelma interrumpió al tecnócrata de Julien. Era tan pedante…
—No hay que olvidarse de David, al fin y al cabo, él estaba aquí primero… —Néstor hizo un gesto de condescendencia, como si esperase alabanzas por su magnanimidad.
—Sst, sst, ocultáos. Dejad que hable David o Sigmund descubrirá que no está solo aquí dentro.



—Como sabe, señor Hanssen, estamos aquí para tratar su trastorno de personalidad múltiple —dijo el doctor.


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