Pronto abandonaría el nido de águilas. Su destreza en el vuelo aumentaba día a día bajo la firme mirada de su padre, mientras lo aprendía todo sobre su entorno con todo tipo de preguntas
—¿Es cierto que eres el rey de las aves, padre?
—Dicen que las urracas enloquecen con el brillo del oro.
—¿Acaso los pájaros carpinteros fabrican muebles a medida?
…
—Padre, esos de ahí son los horribles y repugnantes buitres, ¿verdad?
—Lo son, pero te voy a mostrar un secreto.
En un abrir y cerrar de alas, remontaron altura hasta las cumbres rocosas de la sierra, allí donde los carroñeros, en la más estricta intimidad, cuidaban de sus polluelos con el mismo amor de cualquier ser vivo.
Nada es solo lo que parece.
ResponderEliminarEncantador, Pedro.
Un beso
Vaya, estaba sobrevolando el blog todavía cuando he visto tu comentario rapaz :) Muchas gracias por tu visita Carmen. Tenemos pendiente una charla, a ver si nos encontramos. Un beso.
Eliminar¡Ternura! En el (supuesto) día de la madre.
ResponderEliminarBesitos
La ternura la has traído tú, querida Rosa. Un beso muy grande.
Eliminar¡Ay, qué bonito, paisa!
ResponderEliminarTe ha quedado redondo de verdad.
Un besazo.
Los estereotipos son siempre peligrosos y hemos de hacer el esfuerzo de llegar al interior.
EliminarGracias, paisana. Viniendo de ti, es un gran halago.
Besazo.