CASANOVA Y EL MAR

Prometí publicar este relato en el blog y siempre cumplo una promesa. Para ti, Lydia.



Casanova y el mar

El último mensaje seguía ahí, en el móvil; otro esquinazo en el último momento. Debía tratarse de una ex que intentaba pagarle con su misma moneda, pero eran demasiadas como para tener una sospecha clara. Años de seducción, de echar el anzuelo en la Red y conseguir deliciosas presas, siempre los más atractivos pececitos del banco. Esas páginas de contactos era una mina. A Javier le resultaba tan sencillo que, en ocasiones, se aburría, aunque no por ello cejaba en su empeño. El método era sencillo: crear un perfil con su foto más atractiva, unas palabras ligeramente misteriosas en la biografía y unos gustos amplios para abarcar diversas posibilidades. Un par de chateos, a lo sumo, y ya tenía el teléfono. De ahí al dormitorio era un par de cenas, en el caso de la más resistente.
Sin embargo, con Luca había sido diferente desde el principio. Mostró algo de interés, sí, en los primeros compases, pero después entraba y salía del baile con ágiles movimientos evasivos. Cuando parecía que Javier se irritaba y pasaba a otra cosa mariposa, Luca aleteaba de nuevo en las cercanías y el interés rejuvenecía. Todo un reto. Si era cierto que se trataba de una ex, se tomaba muchas molestias. Javier era locuaz e ingenioso, pero no persistente y aquel era el pez del viejo en el mar. Tira y afloja.
Otro mensaje. Que sí, que había llegado, que la esperase, que fuera al bar donde han quedado, por favor, pero que no saliera corriendo. Sonaba demasiado a broma, o peor, a trampa. Javier hizo un amago de dar media vuelta e irse a casa a por otro sedal, aunque no pudo resistir el embrujo de la misteriosa cita. Entró en el local. Solo había una mujer dentro. Tenía que ser Luca, sentada en una silla de ruedas y mirando hacia la puerta con ojos indefensos. Su instinto depredador sufrió un revés. Ahora entendía las reservas con respecto a las fotos del perfil y las evasivas cuando Javier se las solicitaba. Le gustaban las mujeres altas, de piernas largas y caderas estrechas. Luca, en cambio, era una chica del montón con un hándicap adicional. Pudo leer la decepción en los ojos de ella cuando la duda le retuvo en la puerta de la cafetería. Recordó su conversación tan agradable, siempre culta e interesante, por no hablar de su enorme sentido del humor… Reaccionó a tiempo, tenía esa facilidad. Sonrió al mirarla. Qué diablos, la chica le gustaba, tal vez fuera el momento para un cambio.
Se acercó a Luca, desconcertada ante el cambio de estrategia de Javier. Esperaba tensa, como una presa acorralada, pero él sabía ser arrebatador cuando se lo proponía:
—Hola preciosa, ya era hora de conocerte.

            Recibió tal sonrisa a cambio que se derritieron todas y cada una de sus capas de estupidez. La mirada de Luca le transmitió una paz desconocida y de pronto deseó que aún quedara esperanza para él.

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LA BIBLIOTECA


Estampé mi firma con satisfacción. Había empleado tiempo y recursos para lograrlo, pero al fin era mía la Villa de las Flores, hogar ancestral de la familia Villena. En su interior, verdadero objeto de mi deseo, la magnífica biblioteca, reunida a través de generaciones.
El portón de acceso cedió con facilidad a la llave, un detalle de buen agüero. Fascinado, exploré mis nuevos dominios hasta encontrarla. Paredes recubiertas de libros de todos los tamaños y encuadernación: enciclopedias, tratados, antologías… Apenas llevaba unos minutos en la mansión y ya me sentía como en casa. Ansiaba perderme en aquella biblioteca, sumergirme en lecturas únicas en el mundo o en la mera contemplación de aquellos anaqueles cuyo contenido era un tesoro.

Qué estupidez. Tenía a mi disposición una de las mayores colecciones privadas y, sin embargo, me sentía atraído por aquel libro solitario que había quedado relegado tras el abandono precipitado de la familia. Reposaba en un atril, abierto todavía por la página que mi predecesor había marcado con la cinta roja. Sería un buen comienzo dar continuidad a esa lectura, un silencioso homenaje a su anterior propietario.
Mi capacidad de lector crítico quedó en entredicho. No era capaz de discernir una historia, un solo pensamiento en aquella amalgama de frases incoherentes, más propias de un escritor perturbado. Provocado en mi más secreto orgullo, a punto estuve de cerrar el libro para siempre y arrojarlo a la chimenea. Cerré el libro y me fui a dormir, aunque fui presa de un sueño en el que el volumen de tapas negras me urgía a continuar su lectura y descifrar su secreto. A medianoche…

***
Desperté ofuscado. El desánimo había tomado el lugar del entusiasmo del primer día en la villa. Nunca antes se había desquiciado mi descanso de aquella manera. Debía hacerlo a medianoche… ¿Hacer qué? ¿Destruir el libro? Tal vez se tratase de una especie de ritual… La falta de adecuado descanso hacía mella en mi talante escéptico.
A pesar de todo, no me acerqué a la biblioteca en todo el día, atrincherado en la redacción de diversas cartas en mi flamante despacho. Por la noche, tras una cena fría, el descanso se convirtió en una repetición de la pesadilla, protagonizada ahora por una mujer de semblante sereno en una tez pálida como la luna llena y cabellos ensortijados, que imploraba mi ayuda con gestos que yo era incapaz de interpretar. Sometido a su embrujo en descanso y vigilia, no me cabía sino afrontar el misterio.
Con renovado valor, mediada ya la mañana, me dirigí a la biblioteca dispuesto a todo. Cargué la copa de un brandy espeso que apuré sin titubeos. Antes de sumirme en la lectura examiné con una lupa el tomo, sin hallar marcas ni señales de interés. No había título ni autor aparente. Me concentré de nuevo en el galimatías de oraciones sin sentido. Los trazos de tinta impresa se alargaban como zarcillos que intentaran apoderarse de mi cordura en una lucha desigual en la que estuve a punto de sucumbir. Mi único apoyo era el recuerdo de la dama pálida. Apelé al sentido común. La racionalidad no podía ceder ante la superstición. Aquello no era nada más que un simple libro.
Leí sin cesar, página a página, sin atreverme a saltar un solo párrafo por temor a perder información de importancia. Con el discurrir de los capítulos fueron tomando forma imágenes en mis retinas como si de un cinematógrafo se tratara. Rostros de una familia de opulencia manifiesta en sus ropas, maneras y que se encontraban sin duda alguna en el interior de la Villa de las Flores. Eran ajenos a mi observación. Tan solo la dama del cabello rizado mantenía su mirada fija en mí, empujándome a continuar. «Medianoche», leía ahora con claridad en sus labios. La historia oculta cobraba sentido entre aquellas hojas: la desaparición repentina de la familia Villena. Imposible saber de qué modo habían quedado atrapados. La mujer reclamaba mi ayuda, tal vez la única esperanza de liberación. Debía continuar la lectura hasta la medianoche, era la clave. Sin embargo, un sutil temor comenzó a calar en mi propósito. Ignoraba si todo aquel montaje no era sino una trampa para aprisionarme a mí también. La promesa que leía en sus ojos faltos del brillo de la vida no parecía un aliciente poderoso como para abrazar tales riesgos. Fue necesario recurrir a toda mi voluntad para poder levantar la mirada de la atracción magnética de aquellas líneas de texto. El reloj de pared marcaba las once y cincuenta. Fuera, la noche era absoluta. Llevaba todo el día encerrado entre aquellas palabras, una prisión elocuente que terminó por decidirme.

Cuando consideré que el hoyo era lo bastante profundo, dada mi escasa aptitud para el trabajo manual, arrojé el libro a su interior, con la esperanza de haberme deshecho de un inquilino inquietante y de una amenaza a mi derecho de propiedad sobre la villa. Desde el jardín, a través de la ventana abierta de la biblioteca, podía escuchar como el carillón marcaba las doce campanadas.

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FINANCIAL TIMES



Su cara se asoma por la puerta entreabierta.
—Señor Presidente, sé que es un momento difícil…
Es su lugarteniente, su hombre de confianza, aunque en este momento le dan ganas de matarlo. Con la que está cayendo y le viene con balances…
Lo despide con la mano enguantada.
Mientras su acólito sale de la estancia, sus ojos se posan sobre los titulares del Times sobre su mesa. “La sobreabundancia de oro quiebra el sistema financiero. Cientos de suicidios”. Tras considerarlo unos momentos, Midas se quita el guante y se rasca la cabeza.

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LOS NIÑOS QUE YA NO SONRÍEN - FRAN SANTANA


Hoy no voy a publicar ningún relato, aunque sí voy a contaros una historia real: la de Fran Santana y su libro "Los niños que ya no sonríen".
Parado de larga duración, ha hecho realidad su sueño de ser escritor y lo ha hecho a través de una novela de intriga trepidante, un thriller ambientado en su mayor parte en Bilbao, Etxebarri, Getxo y otras localidades cercanas.
Tal fue la confianza en su propia obra que se lanzó al ruedo de la autoedición, llegando a vender casi mil ejemplares de mano en mano, hasta el día en que una entrevista en un periódico local (Deia) llamó la atención del que se convirtió en su agente y, a través de él, de las grandes editoriales. Acaba de publicar con Ediciones B y, tras la exitosa presentación en la librería Elkar, está a las puertas de aparecer "en sociedad" en la Feria del Libro de Bilbao este mismo mes.

Del libro poco más puedo decir sin desvelar sus enormes atractivos tanto para el aficionado a la novela negra como al resto de lectores. Aviso para navegantes: es una novela dura. Sin embargo, no pude parar de leerla hasta el final, en un último capítulo que me dejó sin aliento.

Os dejo un pequeño fragmento para abrir boca:
"¿Oyes gritar a los niños? Pobres. Por ellos he asesinado. Si lees esta carta, tu compromiso conmigo queda sellado. Con mis actos he encontrado parte de la paz perdida. Decirte esto me libera, aunque a ti te condena." 

Por último, quiero hacer hincapié en el hombre que hay detrás del libro. No se trata solo de un escritor con un futuro prometedor, sino también de un luchador que ha perseguido su sueño aun en contra de quienes pensaban que era una pérdida de tiempo. Una persona que, a pesar de sus propios problemas, ha sabido encontrar un hueco para ayudar a otras personas con problemas, como por ejemplo con la publicación desinteresada de su cuento "El monstruo Tragaluz" a beneficio de una asociación de ayuda a las personas más necesitadas de su localidad natal, Etxebarri, al igual que el contó con la ayuda de los propietarios del Bar Arkupe, vecinos y amigos de Fran Santana y que posibilitaron que la novela viera la luz en papel.



Me considero privilegiado por haberlo conocido en persona, es todo un ejemplo para quienes, como yo, dan sus primeros pasos en esto de la Literatura.

Aupa Fran. Zorionak!


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¿VAMPIRO?

Este relato apareció en el número 133 de la revista digital miNatura dedicado a los vampiros. La traducción al inglés (la revista es bilingüe) contó con la inestimable ayuda de Jose Luis Macarro y Linda Martinez Cash.



¿Vampiro?


Mientras aguardaba al ascensor, repasó lo que su contacto le había contado: aquel tipo llevaba ocupando el piso noventa años y nadie lo había visto nunca. Se pagaban las rentas y las facturas, pero era como si no existiera. No había número de la Seguridad Social, ni una fotografía. Suficiente para despertar la curiosidad de un periodista novato que soñaba con destacar. ¿Cuál era el secreto del señor Floriant?
Tuvo que utilizar la escalera, en el ascensor no existía el ático que buscaba. Descubrió un pasillo con una sola puerta y llamó, sin resultado, con una determinación que no sentía. Ya se daba la vuelta para buscar otra estrategia cuando se abrió la puerta. Ni un ruido. Se quedó embobado, la mirada prendida de aquel rostro perfecto, por no hablar de aquellos ojos de un violeta tan poco natural…,  «Me llamo Marcos Almeida, periodista, si fuera tan amable de contestar a unas preguntas», dijo con un hilo de voz. El hombre le condujo al interior sin pronunciar palabra. Era una galería abierta de unos doscientos metros cuadrados a la que la luz entraba a raudales por las ventanas. Floriant se acomodó en un escritorio que para sí quisiera el director del periódico. «¿En qué puedo ayudarle?» inquirió con una voz que inquietó al joven.

Marcos explicó la incongruencia documental que estaba investigando. «Seguro que hay una explicación…», dejó en el aire la frase, muda invitación para que el otro contara su historia. «¿Sabe usted que solo se utiliza una pequeña parte del cerebro?», contestó, mientras hacía flotar varios objetos en el aire. La temperatura caía de golpe, Marcos estaba paralizado, con la sangre detenida en las venas. La impresión se acrecentó cuando, sin movimiento aparente, su anfitrión apareció a su lado, como si flotara. Floriant dibujó una sonrisa afable y continuó la explicación: «Hacen falta varias vidas para alcanzar la plenitud de poder. El tiempo es la clave…», hizo una pausa teatral y añadió: «Para ello es preciso alimentarse… No, no bebo sangre. Lo cierto es que me alimento de emociones y… su terror me está pareciendo delicioso…».
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Vampire?


While he was waiting for the lift, he looked over what his contact had told him: that guy was living in the flat for over ninety years and nobody had ever seen him. Bills and rents were paid. No Social Security number, no pictures… Enough to rise a young journalist’s curiosity, hungry for glory. Which was mister Floriant’s secret?
He had to use the stairs, as the elevator didn’t have access to the attic. Then he discovered a corridor with only one door and he knocked unconvinced, to no avail. He was about to turn around when the door opened quietly. He dazed. Mesmerized by a perfect face, not to mention the unnatural violet eyes. «My name is Marcos Almeida, journalist. Would you be so kind as to answering some questions?», he said in a thin voice. The man ushered him inside without a word. It was an open loft, about two houndred square meters, light flooding through large windows. Floriant sat at a magnificent desk. Marcos thought his editor didn’t have such a luxury at his office. «What can I do for you?», inquired with a tone that worried the young visitor.
Marcos told him that some documents he was investigating were a bit dodgy. «I am sure there’s an explanation…», he made a pause, a silent invitation for the other to tell his story. «Do you know that only a small part of the brain is used?», Floriant replied as he was playfully levitating some small objects in the air. Temperature fell down with violence, Marcos was paralized, blood stuck in his veins. His feelings deepened when, without any apparent movement, his host appeared by his side, as he was floating over the floor. Floriant draw a friendly smile and continued: «Several lifes are needed to reach the uttermost power. Time is the key …», he made a theatrical pause and added: «Feeding is essential … No, I don’t drink blood.. To tell you the truth I feed from emotions and… your fear seems delicious …».

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ANTIGÜEDADES



Violeta desconecta la conexión neuronal y sus ojos vuelven lentamente a la vida.
—Papá, ¿qué significa la palabra "paz"? ¿Qué son los Derechos Humanos?
—Otra vez has estado leyendo, ¿verdad? —interviene la madre.
—Uno de esos maravillosos "libros" antiguos, mamá.
—Búscalo en los diccionarios, Violeta —dice el padre con aburrimiento.
—Ya lo he hecho, no están…
El padre se encoge de hombros ante la pregunta, así como ante la pantalla de noticias gubernamentales donde le indican que todo va bien.


FIN

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