Costa da Morte 2021
Mi señora,
Las olas que espuman las rocas, inexorables, son la única
constante junto a este que te escribe. La espera se hace eterna, nada puede
consolarme. Sentado en esta piedra, con la sola compañía del graznido de las
gaviotas, espero tu regreso. A pesar del largo tiempo transcurrido sin noticias
de ti, revivo una y otra vez junto a los demás avatares de mi prolongada
existencia, el momento en que viniste a visitarme por primera vez: tu melena
negra incapaz de agitarse con la brisa y la blancura de tu tez que aún se me
antoja la culminación de la belleza.
Me pediste que me marchara contigo,
una concesión poco habitual en ti, acostumbrada a tomar lo que te viniera en
gana, pero cuando te rogué que permanecieras a mi lado en esta tierra indómita
lejos de los manejos de los hombres, tu mano helada dudó entre mis dedos y un
gélido alivio congeló mi espinazo. Nos amamos junto al fuego, un fatuo intento
por mi parte por llenar tu cuerpo del calor que a mí me sobraba. La felicidad
que rozaste con el aliento me concedió una prórroga por la que he pagado un
precio demasiado alto. Te fuiste, tenías demasiado trabajo y te habías
ausentado más de lo permitido. Supliqué, besé tus pies de mármol, todo en vano.
Desde la puerta, dibujaste un adiós con los labios, el toque que me habías
negado. Saliste para siempre de mi vida, no he vuelto a saber de ti, pese a que
desde la puerta dijiste que volverías, que no lo dudase.
Mienten quienes afirman que jamás rompes
una promesa. Yo sigo aquí, inmortal, mirando al océano como el único ser humano
sobre el planeta a la espera de que, con tu guadaña, siegues el hilo de mi
existencia para concederme, por fin, el descanso eterno.
Se me han puesto los pelos de punta... Primera vez que no me molesta haber adivinado quién era la receptora de la carta hasta su final. ¡Pero es que la frialdad y la capacidad de amar hacen el relato delicioso!
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegra que te haya hecho sentir. Bienvenida a la rama, Sussan :)
Eliminar