Sé que no me miras a los ojos


No les importó el estrépito que armaban ni que aquel cuarto de baño no fuera de los más limpios. Se necesitaban pese a que se acababan de conocer. Ella lo había visto cuando, con un bufido, se giró para contemplar el río de gente que se impacientaba tanto por delante como por detrás. Él le miraba el trasero y no apartó la vista cuando ella se lo reprochó con un gruñido. El enfado, dos horas después, se tornó simpatía mientras el calor les subía por la entrepierna. Ignoraron lo que les rodeaba y acabaron gimiendo en el aseo.

Cuando retornaron a la fila del paro, tuvieron que empezarla desde cero, pero daba igual. Ya eran dos contra el mundo.

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6 comentarios:

  1. Una amiga me dijo una vez que nunca se debía ligar ni en la cola del paro ni en las bibliotecas. Está claro que el amor no es pragmático.

    Un abrazo y felices fiestas.

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    1. Lo de la cola del paro lo puedo entender, pero ¿lo de la biblioteca...? Leer es sexy :)

      Feliz Navidad.

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    2. Eso me recuerda a uno de los personajes de "La insoportable levedad del ser". La cosa no salió como ella esperaba...
      Igual, la clave está en el tipo de lecturas XD.

      Me encantó tu perspectiva. Un abrazo.

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    3. Lo que no te esperas no siempre es lo peor :)

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  2. ¡Me encanta, paisa!
    Qué bien lo has contado y qué bien has sabido terminarlo, con ese final que es una guinda literaria.
    Un abrazo muy grande.

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    1. Son esas cosillas que hacemos en Gigantes de Liliput y el Tintero Virtual, donde por cierto, se te echa muchisimo de menos. Ya sabes que no me canso de reclamarte.
      Un beso navideños con cariños.

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