La hora de la siesta



Comenzó como todas las mañanas, corriendo para no llegar tarde al cole con Fernandito. Sin dejar de sudar, bronca con el director por el comportamiento del “pequeño vándalo” con las miraditas de las mamás-bien de la clase resbalando sobre su piel como veneno oleoso. Después de hacer la casa y esmerarse en la cocina, la frustrante rutina de intentar comunicarse con Julián a través del abismo de su matrimonio; a él jamás le interesarían sus propósitos de estudiar y labrarse un futuro propio. Lo dejó en el sofá, roncando a través de las noticias deportivas, mientras ella se escondía con el móvil en la habitación a intercambiar con Chema emoticonos de corazones rojos.
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