Cuando entré en el pub, ya había bastante gente. Me
apresuré a pedir un trago y a coger uno de los últimos asientos que restaban.
Quedarse de pie en una esquina equivalía a parecer uno de esos chicos que nunca
bailaban en las fiestas de antaño. Y no estaba dispuesto, por mucho que los
nuevos métodos me parecieran tan absurdos.
Encendí mi tableta y eché un vistazo
a mi alrededor virtual; me había documentado, no quería parecer un novato o un
bicho raro. Mirar directamente al personal no estaba bien visto, sólo superado
en la escala de exclusión social por levantarse y entablar una conversación
cara a cara. Gente de todas las edades y orientaciones sexuales se concentraba
ya en sus dispositivos. Algunos tecleaban con avidez en las primeras charlas
privadas. Me pregunté por la mejor forma de abordar un diálogo trivial,
mientras repasaba las distintas fotos de perfil. Mucha niña mona pero ninguna
sola. Las más jóvenes aparecían ya con el piloto en gris de «ocupado». Tampoco
se hallaban entre mis objetivos. Nunca he sido un viejo verde y no iba a
empezar entonces. Por fortuna, quedaban mujeres de edad aproximada a la mía, un
poco por encima o por debajo; aunque la estadística reducía mis posibilidades,
tenía claro lo que buscaba.
Desperdicié un tiempo precioso en
ojear perfiles de otros varones heterosexuales en la sala. Pintaba bien, el
porcentaje estaba bastante equilibrado. De repente, se abrió una ventana en mi
pantalla. Una chica con el pelo azul y la nariz repleta de perforaciones me
saludaba, sonriente. Le respondí con entusiasmo. En el tiempo que llevaba
conectado, no había cosechado ni un solo «Me gusta» lo que disminuía
considerablemente mi atractivo social. Esperaba que no fuera una broma, parecía
la oportunidad perfecta de mejorar la situación. «¿Eres tú ese que escribe
libros? Soy Dionis, la librotubera. Hice una reseña de tu
novela en mi video blog». He de confesar
que me puse nervioso, pero atiné a abrir una ventana para hacer una búsqueda
paralela. Ahí estaba. La leí en diagonal. No me sonaba, pero la primera frase
de la crónica tenía dos faltas de ortografía y afirmaba que era un narrador
omnisciente el que contaba la historia. Casi se me atraganta el Jack Daniels;
era mi único libro escrito en primera persona. «Gracias, Dionis, por tomarte la
molestia», respondí. Era lo menos que podía hacer tras tres estrellas sobre cinco
en la valoración. Se despidió con un icono de beso al aire y lo mejor de todo:
un «Me gusta» que me animó a seguir en el intento.
Media hora más tarde, apagué la
tableta. ¿Qué estaba haciendo un tipo como yo en Apareadero 13? Había iniciado
un puñado de conversaciones intrascendentes tratando de hacerme el interesante
y estaba hastiado. Dormiría solo, pues no iba a seguir el juego al sistema
social impuesto. Recogí mi chaqueta y me puse de pie, desafiante. Las miradas
de reojo, al punto de escándalo, eran seguidas por vertiginosos cotilleos sobre
los teclados.
Y entonces la vi. Sola en una mesa.
El pelo oscuro en una melena lisa con el flequillo recto, los ojos ocultos tras
una gafas demasiado grandes para su rostro y un brindis mudo en mi dirección.
Mi dignidad exigía salir en plan torero, el mentón al cielo, pero soy débil. Lo
reconozco. Entre los dos ya habíamos quebrantado unas cuantas normas. ¿Qué
importaba una más? «Ni siquiera has encendido ese trasto», le dije mientras
señalaba su dispositivo sobre la mesa. «Llevo semanas esperando algo así»,
respondió. Me acerqué a distancia de contacto físico y alargué la mano para
presentarme. Ella la estrechó y se estiró para besar mis mejillas en un
protocolo en extinción. «¿Buscas el amor de tu vida?». La pregunta era de
seguro una trampa, pero fui sincero: «Todos los de mi vida lo han sido». Con mi
mano aún en la suya, me sacó del local. Sólo restaba rematar la noche sin un
gatillazo.
Imagen: El confidencial
Me encanta cómo destripas sin piedad al "homo tecnológicus". Los lobos somos cada vez más humanos en un mundo de bobos. Y ese guiño a Mecano...
ResponderEliminarUn abrazo.
Solo espero que no perdamos de vista nuestra humanidad, querido lobo.
EliminarUn abrazo.