Tac tac. Debí tirarlo a la basura. Tac tac. Ni siquiera
tic tac. Todos los relojes hacen tic tac, o tic tic. Me gustan esos que no
hacen nada. Digitales, sí. Quiero uno digital. Con números rojos enormes. Lo
veo cuando abro los ojos, no enciendo la luz para verlo. Tac tac. Qué fastidio.
Lo único que me queda de ella. No dejó nada detrás más que este puto reloj.
Despertador con campanas que me asusta cuando es la hora. Timbre. Tac tac. Lo
toco todo. Pijama pegajoso y almohada pegajosa, húmeda, cómo le digo que no, si
no tengo otra cosa. Tac tac y lo toco todo. Legañas en los ojos, si no duermo…
legañas. Tac tac. Más horas. Más trabajo. Horas,
tac tac necesito para descansar y no pensar en ella, la
echo de menos. Con ella habría dicho NO. ¿No? Tac tac. Es un bastardo el jefe
como este reloj. Digital, números rojos. Me encanta. Necesito uno con los
números rojos brillantes como los de mi cuenta que no sé cómo voy a pagar el
alquiler si el muy cabrón no me ingresa la nómina pero ya. Compraría un reloj
de enormes números rojos si tuviera dinero en el banco, sí, pero no lo hay. Se
me pegan los pies. Tac tac. Se tocan y se pegan. Sudan. Fríos. Mi manos frías
lo tocan todo, debajo de la almohada, debajo del pijama. Tac tac. Más horas,
menos sueño. Le digo que no y punto. Que le den. Números rojos si me despide.
Lo sabe. Lo sé, lo saben todos y me toco la costra de la última cicatriz con la
mano fría. Tac tac. Luz, son las tres, no son números rojos. Oscuridad le digo
que sí, que haré esas horas sin cobrar, que no me eche. Números rojos, reloj
nuevo, estrello este cacharro que no tiene números rojos brillantes, que no me
habla de ella. Mañana barro los pedazos. Bum bum. Es mi corazón que suena y no
me deja dormir. Bum bum…