POSESIÓN

Don Patricio Sierra, conectado a una telaraña de cables, se aferra posesivo a cada inspiración. Ni la clínica más innovadora, ni los mejores cuidados, pueden espantar esas sombras de dientes renegridos y aliento fétido, que lo acechan desde los rincones de la habitación: EREs fraudulentos,  sobornos, desahucios… Pero él planta cara incluso a la intensa claridad que, de repente,  hace retroceder los hilos de niebla cuando se abre la puerta. Desde el dintel, un niño sentado en una silla de ruedas le mira con… ¿ternura?
—Déjame en paz, chaval. ¡Lárgate!

Se va el pequeño y se lleva la luz. Las sombras se alargan sobre su cuerpo moribundo, mientras Don Patricio exhala limosnas de oxígeno. «Estas sombras son mías…, solo mías».
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2 comentarios:

  1. Qué escena tan inquietante! Fíjate que me he sentido más unida (más empática) al niño de la silla de ruedas que al moribundo un tanto mezquino con sus últimos alientos y con sus sombras.
    Buen micro!!
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Entonces he logrado mi objetivo. Gracias por tu visita.
      Un abrazo.

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