No tengo miedo a que me descubras. Un leve parpadeo y desaparezco antes de que te despiertes. He tratado de alejarme de tu vida, dar un rodeo en mi itinerario de rutina. En vano. Soy incapaz de resistirme a pegar el rostro en el cristal de tu ventana. Necesito mi dosis de tu cuerpo entre las sabanas, desnudo aun en invierno. No puedo vivir sin tu serenidad dormida.
El tejido de mi máscara absorbe las lágrimas. Desearía ser otra persona, entregarme a ciegas, sin secretos. He de irme. Mi mera presencia te pone en peligro.
Solo cinco saltos para llegar a mi ático, la guarida perfecta para guardar en el armario un traje de superhéroe.
Jo, paisa... sigue igual de bueno que cuando lo leí por primera vez.
ResponderEliminarQué bueno eres, jodío...
Un besazo.
¡Gracias, paisana! Aprovecho para felicitarte públicamente por el Premio merecidísimo por "Maneras de perder" que es la mejor novela del año pasado.
EliminarUn besazo.
Que bueno maestro. Me encanta leerte.
ResponderEliminarUn besazo y felices fiestaa.
Echo de menos pasarme por Seamos breves, pero me temo que hasta el año que viene no me va a ser posible. En cualquier caso, gracias mil por la visita.
EliminarQue estas fechas (y todas) sean muy felices también para ti y los tuyos, querida Marga.
Un abrazo.
ResponderEliminarMe gusta que me veas dormir. Estás ahí, convencido de que tu presencia se diluye tras el cristal como un sueño a medias vislumbrado; pero no es así. Intuyo esa máscara en la que tanto confías, y entonces son mis lágrimas las que se interponen entre tu anhelo y mi ausencia.
Por la mañana colgaré la desnudez de los recuerdos insalvables en el armario, junto al camisón del olvido.
Un beso grande, querido Pedro, y discúlpame por la osadía del cameo.
Guau, Marta, estoy anonadado. Acabas de añadir excelencia al texto, de modo que nada de osadía. Hazlo siempre que lo desees y déjanos disfrutarlo.
EliminarEs genial tenerte por estas ramas.
Un beso muy grande.