Mamá se opuso desde el principio. «Los monos de agua no son más que un timo de la venta por catálogo», me advirtió. Pero cuando los vio surgir de los polvos disueltos en la vieja pecera de Nemo, ya no estuvo tan segura. Poco a poco, todos fueron muriendo excepto uno, diminuto y feroz, que devoró los cadáveres de sus congéneres y pegaba su carita horrenda al cristal. Reía… juro que reía.
Hoy, a pesar de que ha tapado las ventas de su casita submarina, lo he vuelto a ver. Si pego la oreja al vidrio, escucho ruidos metálicos y chirridos. Mamá tenía razón. Cuando acabe con él, tiraré de la cadena.
¡Humm! Las madres siempre tienen razón. Ten cuidado, por si sabe nadar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre es buena idea llamar antes de entrar :)
EliminarUn abrazo, querida Rosa.
¡¡ Uy !! Esto parece sacado de "Los cuentos de Citulhu" de Lovencraft.
ResponderEliminarTodas las influencias cuentan, por supuesto. Gracias por tu visita, Devil ;)
EliminarA veces el mal se nos muestra bajo un semblante inocente. Esa carita pegada al cristal me ha puesto los pelos de punta.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Casi tanto como los dibujos del sobre, ¿eh? ;)
EliminarUn beso.
Qué miedo da, paisa.
ResponderEliminarGenial.
Un abrazo.
En tal caso, está conseguido. Gracias por la visita, paisana :)
EliminarUn beso.
Inquietante. Un micro muy bien contado.
ResponderEliminarGracias, compañero. Bienvenido seas a estas tus ramas también.
EliminarUn abrazo.