—No toque a mi novia, señor Presidente —dije con frialdad apoyando su propia Beretta en la sien. Sabía que era como hablar a un trozo de carne. De hecho, así era. Levantó su mirada vacía y gruñó como un cerdo. No fue difícil apretar el gatillo y desperdigar un poco más de casquería por el Despacho Oval—. No tuviste suficiente con que la becaria te la comiera, que tenías que comértela tú…
Reprimí un sollozo y volví a disparar, esta vez a ella. No quería que volviera de la muerte como había hecho el señor Presidente.
Foto: wikipedia
Qué rebueno, paisa...
ResponderEliminarGracias, maestra. Muacks!
EliminarDe la intriga a la sorpresa final, pasando por una sonrisa maliciosa, y todo eso en tan solo once líneas. ¡Genial!
ResponderEliminarBesos y abrazos
No las había contado... je, je. Gracias por la visita. Un beso.
Eliminar