«Muy bien, pero no haré un agujero en tu pecho metálico para colocarlo; se me ocurre una cosa mejor», repuso meditabundo el mago mientras de una mesita cercana tomaba un cofre. Lo abrió para ofrecérselo al hombre de hojalata. «¿Será un corazón bondadoso?», preguntó este con algunas dudas. «La elección es solo tuya», fue su respuesta.
Así fue cómo consiguió un corazón de oro el antiguo leñador, maldito por la bruja malvada del Oeste, de una entresaca de huevos de chocolate, envueltos en bonitos papeles de colores brillantes.
Y confirmando lo que dijo Shiller — aquello de que en el corazón brilla la estrella del destino— el hombre de hojalata eligió el que por naturaleza y acciones le pertenecía.
ResponderEliminarSoy bastante crítica con los textos basados en “El Mago de Oz”, uno de mis cuentos más queridos, pero has superado la prueba. Felicidades.
Besos y abrazos
Era una gran responsabilidad. Me dejas más tranquilo :)
EliminarBesos.
Breve, sencillo y muy bello.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, querido Josep.
EliminarUn abrazo.