Veinte décimas, treinta segundos, minuto y medio. La
cadencia de paso, siempre atento a la frecuencia cardiaca en el pulsómetro, un
último esfuerzo y el record está al alcance de la mano.
Qué importa lo que ella diga sobre el sobrepeso, las
costumbres sedentarias y la crisis de los cuarenta. Si el reloj no corre para
mí, estoy hecho un chaval…
Este pálpito, el dolor en el pecho, el sudor frío que
estremece y, sobre todo, la ansiedad. Es tal y como lo describió mi mujer, el
maldito infarto de miocardio que me va a dejar a medio minuto de mi marca
personal.
¡Fantástico, amigo alado! siempre vamos con el tiempo pulsando los latidos y.., a contrarreloj, creyéndonos invencibles.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, querida Rosa aérea. Deberíamos tomarnos la vida de otro modo y dejar el reloj en casa más a menudo. Nos iría mejor.
EliminarBesos.
Cuántas veces el cuerpo no atiende nuestras razones y vence. Pero la vida es así… una continua batalla del espíritu contra la materia. Intenso micro, cronometrado hasta la última palabra. Ni le sobra ni le falta nada.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
No se puede vivir al límite del tiempo. Gracias por la visita. ¡Besos!
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