Cayó al suelo entre sonido de cristales y salpicaduras de
su propia sangre. Espantadas por completo las risas y la diversión en la feria
ambulante, se formó un círculo de curiosos en torno a él. El joven macilento, tendido
de bruces a la salida del laberinto de espejos, solo acertó a balbucear que
habían sido diez años de pesadilla en busca del puesto de algodón de azúcar.
Encantada de descubrirte enREDado!!
ResponderEliminarMaider
¡Anda, qué bien! Gracias por tu visita, Maider. Bienvenida a estas ramas, que son las tuyas también.
EliminarHay algo de Realismo Mágico y algo de los cómics de Mortadelo y Filemón en este gran microrrelato. Gracias por provocarme una sonora carcajada.
ResponderEliminarUn abrazo.
He de confesar que cuando lo escribí también me reí un montón y es que, a pesar de la peripecia del pobre, me imaginaba precisamente eso, un tebeo de los de antaño. Es una satisfacción que te haya gustado, José Antonio.
EliminarUn abrazo.
Hay qué ver lo pueden llegar a soportar algunos por un capricho goloso. Ese debe ser como yo, que cuando me extravío me resisto a preguntar con los que se me cruzo y prefiero encontrar yo solo el camino.
ResponderEliminarHumor tan breve como ingenioso. Todavía conservo la sonrisa puesta.
Un abrazo.
Gracias por esa sonrisa, Josep, vale su peso en oro. Y a partir de ahora... pregunta, nunca se sabe lo que puede ocurrir ;)
EliminarUn abrazo.