Por una vez, Sarah no tendría que enfrentarse a la
decisión rutinaria entre cereales y somníferos o cereales y vino blanco. Stacey
le había conseguido una plaza en un programa experimental: el proyecto Nyx. Si
la documentación que le entregaron en la farmacéutica era correcta, una sola de
esas pastillas la dejaría frita, con el efecto añadido de poder elegir lo que
iba a soñar. ¿Sería aquel el final de sus espantosas pesadillas? Deseaba
creerlo con todas sus fuerzas, pero el terror estaba tan incrustado en sus
entrañas que le costaba aceptar que hubiera una solución al penoso estado en el
que se hallaba sumida.
El viaje en tren lo pasó pensando
cuál sería su opción. Lo primero que le vino a la mente fue un viaje por mares
paradisíacos a bordo de un velero. Si no podía llevarlo a cabo en la vida real,
debido a su facilidad de marearse hasta en los ascensores, aquella era una
buena elección. Además, disponía de píldoras para treinta días. En el caso de
que la utopía funcionase, tendría un amplio abanico de aventuras para correr.
Aventuras… ¿Por qué no añadir un poco de sal a su primera experiencia? Un
capitán moreno de hombros torneados aferrado al timón no le haría daño. Fuera
el efecto placebo o no, cenó en paz por primera vez en mucho tiempo y se acostó
sin el pánico habitual. El prospecto recomendaba que cuando empezara a dormirse
visualizara las imágenes más vividas de las escenas con las que deseaba soñar.
Los componentes químicos, inocuos por supuesto, y los nanobots en el torrente sanguíneo directo a las sinapsis mentales
harían el resto.
Despertó y tuvo que agitar el
despertador como una coctelera para comprobar que habían transcurrido… ¡diez
horas! Era increíble, tenía la sensación de que apenas acababa de cerrar los
ojos. Se puso en pie, se estiró y recordó cada momento de lo que acababa de
vivir. Y disfrutar… Conforme las sensaciones volvían a ella, envueltas en los
cinco sentidos, el cosquilleo del placer se apoderaba de todo su cuerpo. No
solo estaba en forma y descansada por completo, sino que estaba excitada hasta
el punto de necesitar una ducha serena para tranquilizarse. Ese Nyx era la
bomba, ya estaba deseando que llegara la noche de nuevo. Volvió a su puesto de
trabajo, aunque no le esperaban debido a la baja laboral que arrastraba por el
insomnio galopante. Una vez más, fue ella misma.
Y en su cama soñó. Y soñó que estaba
soñando y en sus sueños, a veces, despertaba. Dejó el trabajo al poco de
regresar. Se limitaba a pedir nuevas cajas de pastillas y vivir de la
subvención de la empresa que fabricaba el Nyx. Se prestó como voluntaria a
cuantos ensayos clínicos se propusieron, a pesar de ser advertida
constantemente de los riesgos cada vez mayores.
Seis meses más tarde, la
farmacéutica cerró el proyecto y quebró. Los sesenta sujetos presentaban una
narcolepsia crónica y un nulo deseo de seguir con sus vidas fuera del mundo
onírico en el que sus mentes habían quedado ancladas. Sarah, encerrada en una
habitación de paredes mullidas, solo era capaz de balbucear: «quiero otro Nyx».
Escalofriante. El insomnio acaba con la vida de cualquier persona; esperaba un final feliz para ella, pero veo que ninguna de las dos tendremos ese "... y vivió feliz y comió regaliz".
ResponderEliminarUn abrazo.
Vaya, siento leer que te cuesta dormir. Este relato, además de otros temas, quería tocar un poco ese problema que sufre un montón de gente. Pero, por favor, no pruebes las Nyx.
EliminarUn beso.
Has dado con el final que buscaba el relato, y es que un insomne no es otra cosa que un soñador demasiado realista. A poco que le des coba, se convierte en un yonqui del realismo mágico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por eso nos pasamos el día soñando despiertos :)
EliminarUn abrazo.
Ayer comentaba con una amiga tu facilidad para encontrar el léxico perfecto en cada uno de tus relatos. Este lo confirma. Afortunadamente no padezco insomnio, debe ser terrible querer y no poder dormir, luego soy demasiado soñadora. Besitos lunáticos.
ResponderEliminarGracias por el halago, aunque siempre tengo la sensación, después de muchas revisiones, de que podría estar mejor, aunque en algún momento hay que decir: ahí está, sal al mundo.
EliminarMe alegro de que duermas bien y sueñes despierta.
Besos.