A Celso Páramo no le gustaba perder ni a la grija. Cuando su esposa apareció el
sábado por la noche en el dormitorio con un camisón vaporoso y su sonrisa más
traviesa, tuvo un mal fario como de carreras de galgos. Ella puso una rodilla
en la cama en la que él, todavía con las gafas y el pijama, releía los resultados
del baloncesto. La mujer se llevó las manos cerradas a la boca y sopló sobre
ellas, antes de lanzar unos dados que rodaron sobre la mesilla con un tintineo
traidor. «Son unos dados eróticos», dijo y Celso Páramo, dejando el periódico a
un lado con un suspiro, supo que ese encuentro acabaría en derrota.
¿Dónde se pueden comparar esos dados? ¿En la sección de juegos de unos grandes almacenes o en un sex-shop?
ResponderEliminarUn micro divertido y muy bien logrado.
Un abrazo.
Los tienes hasta como app para el móvil, y así siempre los llevas encima ^^ Como ves, siempre hay oportunidad para lo lúdico y lo placentero.
EliminarGracias por tu visita, querido Josep. Un abrazo.
Yo, en su lugar, se lo habría dicho a la mujer. Cine, copas, un paseo largo y buena conversación. Y luego, si se tercia, a copular como bellacos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es porque eres un hombre sensato ^^
EliminarUn abrazo.