—Cuando
era niño, mi madre venía a darme un beso al acostarme, y siempre me hablaba de
la gente que brilla, sobre cómo hallarlos. Tengo treinta y siete años y sigo
buscando. En las calles, cuando viajo en tren, en los restaurantes de Madrid, o
en los congresos médicos. Pero nunca he encontrado uno de ellos.
El doctor se reclinó hacia mí en su diván para confidencias:
—No
se da usted cuenta, pero tiene un brillo magnífico.
¡Anda! Lo has cambiado, ¿verdad? Eso sí, sigue igual de brillante. Un beso, cielo.
ResponderEliminarAh, pues no, está igual. Lo acabo de mirar. Me deslumbras y claro, no veo :D
Eliminar—No se da usted cuenta, pero tiene usted también un brillo magnífico —dijo el doctor a la lectora que se había olvidado las gafas de sol :P
EliminarGracias por pasarte por la rama a leer.
Besos
Qué buen micro, Pedro, que gran lección. Cuantas veces buscamos fuera lo que albergamos, sin darnos cuenta, en nuestro interior.
ResponderEliminarMe gustan los seres brillantes :-) Y es verdad que no hay que ir muy lejos a buscarlos.
Besos y abrazos
En efecto, no hay que ir lejos para encontrar a la que da luz a la niebla del bosque de Ciluegos (o cualesquiera otros).
ResponderEliminarMuchas gracias por la visita y el comentario.
Besos!
Puedo visualizar a esta gente en mi mente, en su brillante gloria. I can read your stories over and over and never tire of them..
ResponderEliminarThanks for your comment. Wellcome back home :)
EliminarI am so glad you liked it. Hugs and kisses
Qué bueno, paisano. Los que conocemos a mucha gente de esa que brilla sabemos la suerte que tenemos, ¿verdad?
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Y tú precisamente, paisana, eres una de esas personas que brillan mucho.
EliminarVeo tu abrazo y dos más :)
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