El sol resplandece
en el agua y me obliga a llevar los ojos casi cerrados. Mi paso es firme, mis
pies no resbalan a pesar de la humedad; cánticos y chanzas acompañan mi
barbilla arrogante. Es el Caribe, sé que sus aguas me abrazarán cálidas, que no
debería temer la zambullida. Abandonarme, mecerme entre sus ondas… ¿Por qué no?
Lo que es válido para un caballero
criollo en la Habana, caminar altivo de calzado caro, también ha de serlo para
su último paseo por la tabla de un galeón pirata…
EYYYY pirata Ultralas, otra gran historia... Besos
ResponderEliminarGracias Linn, un recuerdo bonito de tiempos de viento y sal.
EliminarBesos.
Estupendo relato. Una gran historia en un corto espacio y con sorprendente final. No se puede pedir más ni mejor
ResponderEliminarGracias, Marilo y bienvenida seas a estas ramas que son también tuyas.
EliminarUn beso.
Un tranquilo sueño que resplandece por sí mismo, sin perder los zapatos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Uno de mis resplandores favoritos es el de la luz sobre las olas del mar. Gracias por la visita. Un abrazo.
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