Regocijo


Hilaria se abrió paso en silencio entre las que rodeaban el cadáver. Bajo el sol del mediodía, una miríada de insectos volaban ya sobre el cuerpo. A pesar de la autoridad que irradiaba, le costó hacerse un hueco en el círculo. Cuando por fin llegó al centro, se detuvo a observar unos instantes. Ser la primera era su privilegio. Se pasó la lengua entre los labios y se abalanzó sobre las costillas abiertas. Las risas del resto de las hienas acompañaron el festín de su líder.
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2 comentarios:

  1. Hasta las hienas se rigen por un código de conducta. Estupendo relato.
    Un abrazo.

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    1. Somos, como las hienas, animales sociales. Que nuestro regocijo siempre sea sin carroña. Gracias por pasarte, Esther. Un abrazo.

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